Las Puertas de Champagne
Cada viaje que realizamos en Equipo de “A la Volé” a Champagne solemos hacerlo en avión hasta Paris, allí alquilamos coche y emprendemos ruta por la A4 hacia “cuna de las burbujas”. La llegada a nuestra segunda casa no siempre se produce por la misma vía, ya que dependiendo de la hora a la que lleguemos podemos hacerlo desde norte por Reims, por el oeste por Chateau Thierry, o como suele ser más habitual, por un camino intermedio, haciéndolo por el pequeño pueblo de Chatillon-sur-Marne.
A la entrada de Chatillon te encuentras literalmente por una puerta que te informa “Bienvenue au Champagne”, por muchas veces que hayamos hecho ese recorrido, ese momento es emocionante, es atravesar este pueblito y encontrarte inmerso en el mar de viñedos del Valle del Marne
En lo alto de una colina, en forma de mirador o balcón sobre el Marne, se encuentra una gran estatua del hijo más ilustre que nunca ha tenido Chatillon, y a la vez uno de los personajes más influyentes en el devenir de toda la región, hablamos de Urbano II, el nombre que asumió el hijo de un vigneron de esta aldea cuando fue elegido el Papa número 159 de la iglesia católica entre 1.088 y 1.099
Urbano II hizo mucho por esta región en lo que al vino se refiere, fue un gran embajador de los vinos de su tierra (en Roma se decía que si se quería conseguir audiencia del Papa la mejor manera era agasajarle con vinos de Champagne), pero por lo que siempre será conocido este Papa y que de forma indirecta provoco su gran aportación a la historia de Champagne, fue por ser el promotor de las Cruzadas. Las Cruzadas fueron las guerras religiosas impulsadas por la iglesia católica con el objetivo de recuperar para la cristiandad la Tierra Santa. Los señores feudales de la Europa Occidental, entre ellos los champenoise, enfrascados en continuas peleas de poder entre ellos, fueron llamados por Urbano II en 1.094 a partir hacia Jerusalén a luchar contra el “infiel”, el Islam.
El partir de todos esos belicosos líderes feudales a la guerra santa, provoco que durante muchos años Champagne se convirtiera en un remanso de paz, y por primera vez fuera capaz de sacar provecho a su estratégica ubicación. Situado en la confluencia de dos de las principales rutas comerciales de Europa, tanto la que unía el Mar del Norte con el Mediterráneo, como la que transcurría del reino franco al este hasta el reino germánico al oeste, Champagne se convirtió en un centro natural del comercio europeo y fue la sede de celebración de las principales ferias comerciales que se desarrollaban a lo largo de cada año
Esta cuestión además de ayudar a un relanzamiento económico de la región, fue el origen del impulso del vino de Champagne (hasta ese momento se trataba de vinos tranquilos, sin burbuja, vinos tintos muy ligeros con una cierta aspereza). Como hemos comentado en anteriores artículos, la principal fuente de ingresos de esta comarca hasta ese momento venía del sector de la lana. Durante esas ferias, los productores laneros trataban de agasajar a los visitantes a la feria, con un poco de vino gratis para animarles comprar su producto. El éxito de esta novedosa idea provoco no solo el incremento de las ventas de lana, sino que la demanda y la fama del vino champenois comenzó a extenderse por todo el continente, provocando que en poco tiempo, la demanda de vino superará la demanda de lana, induciendo con ello a la necesidad de plantar mucho más viñedo en la región. A esto se unió que los nobles terratenientes tenían la exigencia de seguir financiando las costosas guerras en oriente y para ello autorizaron a los campesinos a plantar más viñedos en sus tierras y producir más vino para costear sus expediciones. Ambos factores fueron el germen definitivo para la extensión del viñedo en Champagne, origen hoy en día del espumoso más icónico del mundo