Hay un tipo de productores de vino que son lo que realmente nos apasionan en este momento de nuestros vidas, y son aquellos que han decidido permanecer pequeños, aquellos poseen un tamaño de viñedo que les permite trabajarlos ellos mismos y que obtienen una producción que pueda constituir su forma de vida, que por mucho éxito comercial que tengan que les permitiría vender muchísimas botellas más, prefieren centrarse en su propia viña, en la que pueden controlar, sintiéndola como su gran tesoro, a la que aman y cuidan como si fuera un hijo más. En ese ramillete de “locos” (o tíos sensatos) es donde surgen buena parte de los vinos que nos emocionan.
Uno de esos tipos, al que hemos visto “nacer” (enológicamente hablando) es Aurelien Lurquin, una persona de la que todo el mundo relacionado con el Champagne hablaba maravillas antes incluso de haber sacado a la luz su primera añada. En solo 2 de ellas, se ha convertido en una de las grandes estrellas de la región, a pesar de su sencillez, humildad y su poco deseo de ser reconocido y ser el protagonista ante la cámara.
Aurelien posee 2,3 hectáreas de viñedo (40% Pinot Noir – 35% Chardonnay – 24% Pinot Meunier – 1% Petit Meslier) repartidas en 5 parcelas en un solo pueblo, en Romery, un pequeño pueblo ubicado en la región del Valle del Marne con solo 72 ha de viñedo. Allí después de haberse formado en enología, decidió recuperar el viñedo que pertenecía a su abuelo y que durante muchos años se vendía su producción a las Grandes Maisons y comenzar desde el primer día en 2007 con una viticultura sin la utilización de herbicidas, abonos químicos ni sistémicos como se había hecho hasta la fecha y como seguían haciendo todos sus vecinos. En 2012 todo su viñedo obtuvo la certificación en Biodinámica y comenzó a elaborar sus primeros Coteaux Champenois. 2013 fue la primera añada en la que elaboró sus primeros vinos espumosos. Aun así Aurelien ha ido de poco en poco, su apuesta firme por una viticultura biodinámica, con rendimientos limitados, con importantes pérdidas en la producción provocadas por las inclemencias metereológicas, le obligó a vender la mayor parte de su uva a la que quizás es la bodega negociant de las de medio tamaño que mayor apuesta ha hecho por la biodinámica, Leclerc-Briant. Esto le ha ido permitiendo durante años obtener los recursos necesarios para vivir, para habilitar su pequeña bodega y para entender su propio viñedo. Año tras año va detrayendo una mayor cantidad de uva de venta, para destinarla a la producción de sus propios vinos, sobre todo a partir de 2017. Actualmente se encuentra en una producción de apenas 2.000 botellas que son literalmente subastadas entre los fervientes seguidores de la Champagne Bio.
Lurquin es una de las personas que se hacen grande en la viña, es una persona extremadamente discreta, tímida diría yo, pero cuando estás con él en la viña se hace muy muy grande, sientes lo astuto que es, la pasión que rebosa, el conocimiento, la decisión. Observarle arar las calles de todos sus viñedos con su propio caballo, es un espectáculo hipnotizante (que podéis ver en nuestro Documental (R)evolution Champenoise, la Viña manda). Sus viñas son diferentes, derrochan la energía que después encontramos en sus vinos
Elabora en una pequeñísima bodega excavada en las bajos de la casa familiar, donde tiene una prensa de solo 2.000 kilos que le permite trabajar individualmente sus parcelas y varietales. En esta bodega no encontrareis grandes artificios ni avances tecnológicos, es la viva imagen de la que podría ser la bodega de su abuelo, solo barricas de roble, vinos de otra dimensión, paciencia y mucha dedicación.
La amistad que nos une a Aurelien y la profunda admiración que le tenemos quizás nos ciegue, es joven y tiene aún mucho camino por recorrer y mejorar, pero creo que no exageramos cuando decimos que es uno de los vignerons que más nos gustan en el mundo.
Viñedos
Aurelien posee 2,3 hectáreas de viñedo (40% Pinot Noir – 35% Chardonnay – 24% Pinot Meunier – 1% Petit Meslier)