Bouchard es uno de esos hombres que sientes que tiene muy claro lo quiere, que rehúye de las distracciones habituales que rodean al mundo del vino (eventos rimbombantes, salones festivos, redes sociales…) y como alguna vez leí a William Kelley (Parker), el aislamiento que ya de por sí representa vivir y trabajar en sus viñedos de Celles-sur-Ource, lejos del deslumbrante enoturismo de Reims y Epernay, no es suficiente para Cedric.
Nació en una familia de viticultores, pero su vocación fue tardía, de joven partió a París y fue allí donde descubrió la pasión por su oficio mientras trabajaba en tienda de vinos. A finales de la década de los 90 decidió regresar a su pueblo y comenzar su proyecto personal. Su padre le regaló poco menos de una hectárea de viñedo de Pinot Noir en un lieu-dit llamado Las Ursules. A partir de esa viña creo su primera añada en 2000, y desde ese momento dejó bien claro que su planteamiento iba totalmente a contracorriente de los preceptos habituales que dominaban el mundo del champagne hasta esa fecha.
- Viticultura orgánica sin la utilización de herbicidas ni sistémicos.
- Todos sus vinos nacen de un solo viñedo, una sola variedad de uva y de una sola añada. Aquí no hay ensamblajes posibles.
- Suelos calcáreos típicos de esta región al sur de Champagne, de kimmeridgian y portlandian.
- Trabaja con los que quizás sean los rendimientos más bajos de Champagne, entre 2.000 y 3.000 litros por hectárea. La selección de uva es casi enfermiza, solo entran a su bodega uvas inmaculadas, selecciona el primer mosto (solo si es de máxima calidad) y desecha el resto (vendiéndoselo a negociants)
- Después de experimentar mucho con diferentes barricas, finalmente se decantó por fermentar y criar en tanques de acero inoxidable que conservan mejor la expresión de sus terroirs.
- Intervención mínima en bodega. No chaptalización, no clarificación, no filtración, no estabilización en frío y no dosificación.
- No es el champenoise más amante de las burbujas, muchas veces las cuestiona, su prioridad es el vino que hay detrás. Es por ello que embotella a poco más de 4 bares de presión en lugar de los 6 convencionales. Esto provoca una segunda fermentación muy lenta que se prolonga hasta 3 meses y proporciona unos champagne con la burbuja muy fina, nada invasiva, a veces poco apreciable.
Después de todos estos métodos rigurosos, meditados y pausados, el resultado es una producción máxima media anual de 15.000 botellas. Ahora bien, estamos ante algo absolutamente singular, hablamos de algunos de los mejores vinos de Champagne, elaborados a partir de viñedos de los que nadie había oído hablar hasta hace 20 años.
Champagnes vinosos, profundos, con una textura increíble, cargados de frescura, tensión, minerales y soberbiamente equilibrados.
Desde 2014 todos sus champagnes se etiquetan bajo la denominación Roses de Jeanne, en homenaje a su abuela.
La producción es escasísima y su demanda internacional es decenas de veces superior a su oferta. Estamos ante uno de los más importantes y mediáticos productores de todo Champagne.